EGURO que vosotros, avispados lectores, os habréis percatado de que el ritmo de entradas publicadas ha descendido repentinamente. El motivo es que no tengo tiempo libre para dedicar a la redacción de entradas para este plúmbeo blog.
Hoy vengo a presentaros una noticia enviada por un amigo el cual no publicaré por si alguien no le gusta lo que hoy se dice aquí. Hoy os mostraré un emblema de un obispo que los heraldistas no podemos considerar como heráldico. Esta es la url:
Desde México se publica esta información. Monseñor Alfonso Miranda parece bastante peculiar, incluso tiene una web para ensalzar su imagen llena de fotos suyas. En un apartado de la web habla de su "escudo" que nosotros, los heraldistas, no debemos darle ese trato. Nosotros le llamaremos "su emblema personal". Recordad que un escudo de armas es un tipo de emblema, pero que no todos los emblemas son escudos de armas.
La imagen no es obra mía, seguro que lo habíais adivinado. Os copio el texto que aparece publicado en negro y mis comentarios, quizás un poco jocosos, en azul:
En primer lugar es un escudo más abierto, más fresco, más relajado, por eso el sombrero y las borlas, así más desplegadas, más sueltas, más en libertad, incluso en el suelo, queriendo manifestar con ello, una actitud de apertura, servicio, y humildad.
El emblema se representa con forma de escudo, a pesar de parecer una losa funeraria puesta al revés. Un escudo sencillo es aquel que no carga más de tres figuras ni usa más de tres esmaltes. Humildad, humildad... más humilde que Donald Trump seguramente es, pero alguien con una web para el autobombo no parece demasiado humilde.
La Cruz de madera muy sencilla, quiere expresar la sencillez de Jesús, con la que deseo ejercer mi ministerio.
Recordad que los escudos de obispos llevan acolados un báculo con una cruz y no es de madera, se representa de oro. El timbre es un capelo con las borlas que aquí vemos, pero no van tiradas por el suelo.
El escudo tiene al fondo el Cerro de la Silla, porque mi vocación nace en Monterrey, y aquí empieza a desarrollarse. También aquí se verifica mi formación, y mi ordenación sacerdotal y episcopal.
El sol que nace de lo alto, Jesucristo Nuestro Señor, en un cielo azul precioso, con nubes que se asoman por atrás del Cerro de la Silla, que evoca la alegría, la luz y la esperanza.
Y evidentemente la Rosa, signo de María, que nos recuerda a nuestra Señora de Guadalupe, una flor, signo de lo femenino, de la maternidad, de la belleza de María, de su ternura, su sensibilidad, su calidez y su bondad.
A esto los heraldistas le llamamos escudo de viñeta. La rosa está fuera del contorno del escudo y debería estar dentro. Recordad que los ornamentos de los obispos están reglados (capelo, báculo, lema).
Las hojas en trébol, significando la comunión de las tres personas divinas.
La figura central del escudo, la imagen del buen samaritano, cuyo texto nos habla de mil formas con solo mirarlo.
Jesús el buen samaritano abraza al herido, al enfermo, al que está tirado, al que está caído por múltiples razones y circunstancias, de las cuales Jesús no se alza como juez, sino solo levanta al hombre caído (sin preguntarle nada, sin interrogatorios, ni clasificaciones). ¿Quién no ha caído en verdad… una, o mil veces?
Jesús lo levanta y sostiene su cabeza, limpia su cara con sus manos, y con toda la ternura lo toca, lo abraza y le da de beber agua, él que es el manantial de vida, con la que le da la salud. No mira quién pueda ser este hombre, enemigo, extraño, inocente o culpable, simplemente es un hombre, “no te basta saber que soy un hombre”, diría el poeta Enrique González Martínez.
Y con esta acción de Jesús, recordamos todo el texto, que en sí mismo, no se trató de una preocupación pasajera, sino de una atención integral, total, seguirá llevarlo a la posada, al hospital para recibir ayuda, imagen que nos habla de la Iglesia como un hospital después de una batalla, como dice el Papa Francisco, donde se acoje a todos sin excepción, sin importar clase, edad, sexo, ni condición social, moral o religiosa. Se trata de acoger a toda persona sin reservas. Sin anteponer prejuicios, pretextos o excusas para no acoger. Se trata de brindar todo el servicio y la atención, he aquí la expresión máxima de misericordia, de compasión, de ternura y de bondad.
Por último, en las manos del buen samaritano se ven las llagas, es Jesús, que no ha querido dejar de enseñarnos que cuando se ama de verdad, se está dispuesto a entregarlo todo, a sufrirlo todo, a sacrificarlo todo, a pagarlo todo.
Al cielo se entra, no con las manos limpias y vacías, sino con las manos marcadas por las cicatrices, el polvo y las heridas, de los lugares remotos, ásperos y difíciles, donde hemos andado, rescatando y salvando a tantas ovejas perdidas y también heridas.
Finalmente la leyenda que quiero vivir hasta el final de mis días, con todas mis fuerzas y con todo mi ser:
Que nadie se sienta solo, que nadie se quede fuera.
Si es su lema bien, pero los lemas se representan debajo del escudo mediante una filacteria.
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