OR si aún no lo sabéis:
Habemus Papam. Sorprendentemente rápido, un cónclave con muy poca duración dio como resultado un cardenal electo que nadie comentaba en sus quinielas. Dicen por ahí que era la tercera opción. Que la cosa estaba entre un italiano y un brasileño con apellido germánico, pero como que no había acuerdo, pues acordaron otro.
El Ilustrísimo barón de Sórvigo me envía el siguiente escrito en clave de humor no apto para muchos. Se trata de humor heráldico:
UN DÍA AGOTADOR
El Papa estaba cansado. Muy cansado.
Aquel día había amanecido muy pronto después de una noche sin encontrar postura en la cama, con vertiginosos sueños (¿más bien duermevelas?) entre vuelta y vuelta. Nada más levantarse, antes incluso de ir a desayunar, se había postrado de rodillas para pedir fuerzas a Dios. Fuerzas para asumir el trono de Pedro y para hacer navegar la barca de la Iglesia con rumbo seguro. Todos los acontecimientos del día anterior se le hacían lejanos, como si sólo quedasen en un vago recuerdo: el zumbido que notó en su cabeza cuando la última votación arrojó su nombre, el homenaje de los demás cardenales, embutirse aquellos ropones que un sastre nervioso intentaba ajustar a su talla, el habemus papam, y de postre, asomarse a aquel balcón para saludar a una multitud que sabe Dios qué esperaba de él…
Pero no había pedido fuerzas para aguantar el primer día de papado. Casi cinco horas llevaba despachando asuntos que una plantilla de colaboradores le traían sin descanso, coordinados por un secretario vestido de clergyman, uno detrás de otro, con pocas explicaciones y un “esto hay que resolverlo de inmediato, Santidad”: si uno salía con una lista interminable de diplomáticos que solicitaban audiencia, otro entraba para preguntarle por su grupo sanguíneo y el historial clínico, mientras una monjita esperaba turno para medirle el perímetro craneal. Otro quería enseñarle fotos de tres escritorios que obraban en el almacén para que escogiera el que más le agradase para sus habitaciones privadas, mientras el responsable del Twiter pontificio le apremiaba para que redactara un mensaje –“no más de 140 caracteres, Santidad”- de salutación al mundo. ¿Cómo pretendía nadie que escribiera algo mínimamente coherente, en medio de semejante barahúnda? ¿Y quién demonios había mandado a su antecesor que se metiera en las dichosas redes sociales esas?
En el momento en que otro de los colaboradores, un sacerdote joven, salía hacia la Oficina de Prensa con una lista de periodistas internacionales que acudirían al primer encuentro con los medios, el Papa hizo un gesto a su Secretario pidiéndole un tiempo muerto.
-¿Fatigado, Santidad?
-Sí, padre. Déjeme un breve respiro, por caridad.
-Le comprendo, Santidad. Pero créame que todos estos asuntos es mejor dejarlos resueltos cuanto antes. Las cuestiones importantes tardarán poco en llegar, y, como Su Santidad sabe, un Papa no tiene horario de trabajo.
-Estoy de acuerdo, padre, pero todo este trajín agota a cualquiera. ¿No sería posible juntar los asuntos más similares para resolverlos todos a la vez? Seguro que hay personas que vienen con cosas parecidas, y podríamos recibirles juntos, ¿no cree? Por ejemplo, podíamos haber hecho pasar juntos al sastre que ha venido a medirme el largo del faldón y al que me quería probar la muceta… digo yo.
-Bueno, sí,…
-Ande, por favor, revise su lista y dígame si nos podemos ahorrar alguna visita.
El secretario recorrió con los ojos su lista, aún demasiado larga. Durante unos segundos no fue capaz de encontrar nada parecido, pero enseguida sonrió:
-Pues sí, aquí veo dos visitas que vienen a plantear un tema parecido: se podría recibir a la vez al heraldista que está preparando el escudo de Su Santidad, y al responsable de la instalación de los teléfonos en sus habitaciones privadas.
-No le entiendo. ¿Se puede saber, padre, qué tienen en común un heraldista y un instalador de teléfonos?
-Aquí dice que ambos vienen a preguntar a Su Santidad que cuál es el timbre que prefiere.
En ese momento, el Papa tomó su primera decisión: su secretario necesitaba recibir un buen curso de heráldica.
Os presento el escudo de armas del antes cardenal
Jorge Mario Bergoglio. No he encontrado ningún blasón respecto al escudo.
Las armas muestran un sol curioso. No lleva dieciséis rayos, si no treinta y dos, como el
sol de Mayo que aparece en el escudo y la bandera de Argentina, su tierra natal. El sol va cargado del
anagrama de Jesús, una cruz y tres clavos. Esta combinación de sol, cristograma, cruz y clavos es el emblema jesuita. El emblema jesuita va acompañado de una estrella en el cantón diestro de la punta y de un racimo de uvas en el cantón siniestro de la punta.
No se del cierto que significado puede tener estas dos figuras en este escudo, pero Philippe Pille, un miembro de un grupo de facebook sobre heráldica eclesiástica me comenta que la
estrella simboliza la virgen María y esto viene de una interpretación de su nombre judío: Miriam la Stella Maris o estrella de mar. Esto hace referencia al pasaje de la biblia Reyes 18:41-45
41 Y entonces Elías dijo á Achâb: Sube, come y bebe; porque una grande lluvia suena. 42 Y Achâb subió á comer y á beber. Y Elías subió á la cumbre del Carmelo; y postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas. 43 Y dijo á su criado: Sube ahora, y mira hacia la mar. Y él subió, y miró, y dijo: No hay nada. Y él le volvió á decir: Vuelve siete veces. 44 Y á la séptima vez dijo: Yo veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que sube de la mar. Y él dijo: Ve, y di á Achâb: Unce y desciende, porque la lluvia no te ataje. 45 Y aconteció, estando en esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento; y hubo una gran lluvia. Y subiendo Achâb, vino á Jezreel.
Sobre el
racimo comenta que probablemente también haga referencia a Jesús. Esta vez se referencia al versículo de Juan 15:5
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
El lema es
Miserando atque eligendo (misericordia y eligiendo). Se refiere a como Jesús, en un acto de misericordia, vio a un hombre llamado Mateo, considerado un pecador, y lo eligió para que se convirtiera en un apóstol. Esto viene explicado en el evangelio de Mateo.
Estas armas transformarán sus ornamentos para denotar su nuevo papel como comandante de la barca de Pedro como
Francisco (Paco the special One "pá" los amigos). No habrá el báculo acolado ni el capelo de cardenal. Lo común y típico sería timbrar el escudo con tiara papal y acolar las llaves de San Pedro, pero su antecesor innovó eliminando la tiara y timbrando el escudo con una mitra muy curiosa, ya que venía a imitar a una tiara.
Esperaremos a la versión oficial para saber que timbre ha escogido su nueva Santidad. También se comenta por ahí, aunque evidentemente solo son conjeturas, que el escudo tiene una fuerte carga jesuita y que quizá le aconsejen rediseñar sus armas por otras con menos inclinación a esa rama de la Iglesia. Entre la prudencia y la convicción no se que pensar. Tener en cuenta que es el primer Papa en llamarse Francisco, y eso es todo un símbolo de su forma de ser austera y de una espiritualidad profunda, como
San Francisco de Asís.
Como nota curiosa. ¿Sabéis que significa cónclave? el término procede de la expresión latina 'cum clavis', que significa 'bajo llave'. Y es que ante la decisión de elegir un nuevo papa, creyeron conveniente encerrarse con llave y perder el contacto con el exterior, pero esto no siempre fue así, es más, es un hecho bastante reciente en la historia de la Iglesia.
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